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De Chéjov a Yirkévich (carta)

Antón Chéjov (Taganrog, Rusia, 1860- Badenweiler, Alemania, 1904)

En esta ocasión, os dejo con una carta del gran literato ruso Antón Chéjov dirigida a Yirkévich, escrita en Mélijovo, pequeña población al sur-oeste de Rusia, el 10 de marzo de 1895.

La poesía no es lo mío, nunca he escrito versos, mi cerebro se niega a conservarlos en la memoria, y con ellos me sucede igual que con la música, yo solo la siento, pero no puedo dar una explicación de por qué he experimentado placer o aburrimiento. Hace tiempo intenté escribirme con poetas y expresar mi opinión, pero no me salía nada y rápidamente me harté, como persona que es posible que sienta bien pero que expone sus pensamientos sin interés o precisión. Ahora normalmente me limito a escribir: <<me gusta>> o <<no me gusta>>. Su poema me ha gustado.

Respecto al cuento que está escribiendo, eso es otro asunto, y estoy preparado a criticarlo aunque sea en veinte hojas, y si usted me lo manda con tiempo y desea conocer mi opinión, con mucho gusto lo leeré y seguro que le escribiré y me sentiré libre al hacerlo.

La carta del difunto Krestovski, impresa en Istoricheski Véstnik, es una buena carta, la cual creo que va a tener éxito en los círculos literarios. En esa carta se siente un literato muy inteligente y benévolo.

Carta de Marco Cornelio Frontón a Antonino Augusto

En esta entrada os presentamos una carta del abogado y orador romano Marco Cornelio Frontón a Antonino Augusto, emperador romano entre los años 138 al 161. Hace un elogio, el abogado, de los retoños del emperador.

 

A mi señor Antonino Augusto:

He visto a tus polluelos, cosa que es, desde luego, lo que con mayor gusto puedo yo ver en mi vida, algo tan semejante a ti que no hay nada que lo pueda ser más.

Hice, en efecto, un recorte del viaje hasta Lorio, recorte de un camino peligroso, un atajo de ásperas colinas: sin embargo, no sólo te he visto frente a frente, sino de una forma más completa, sea que me volviese a la derecha o lo hiciese a la izquierda. Pero, gracias a los dioses, están con un color realmente saludable y gritan con fuerza.

Uno tenía en su mano una torta de pan muy blanca, como hijo de rey; el otro, un pan casero, claramente como descendiente de un filósofo. Pido a los dioses que goce de buena salud el sembrador, que la tengan sus sembrados, que estén a salvo sus mieses, que procrea tan semejantes a él.

En efecto, hasta escuché sus vocecillas, tan dulces, tan delicadas, que, no sé por qué, me parecía reconocer en el piar de uno y otro ese timbre tuyo de los discursos, tan agradable, tan límpido.

En este momento, pues, tú, si me descuidas, me vas a encontrar más arrogante, pues tengo a quienes puedo querer en lugar tuyo, no sólo con los ojos sino incluso con mis oídos.

Carta de Mark Twain a Livy

Mark Twain (Florida, Missouri, EUA, 1835-Nueva York, EUA, 1910)

En esta ocasión os dejamos con una carta del escritor Mark Twain enviada a Livy, escrita el sábado 28 de septiembre de 1872 en Londres, Inglaterra.

 

Querida Livy, ha sido una noche maravillosa. Hoy he estado en el Guildhall, en la investidura de los nuevos representantes de la Corona, Alcalde y Concejales de Londres. Esta noche he asistido a la gran cena dada por los nuevos representantes de la Corona de Londres a numerosos gremios y agremiados mayores de Londres. Cuando llegué nadie parecía conocerme, de modo que entré recatadamente y tomé asiento, el que tenía asignado. Había muchísima gente en la cena. De acuerdo con la antigua costumbre, un hombre se levantó y pronunció los nombres de todos los numerosos invitados; empezando por el nuevo representante de la Corona (un cargo muy importante en Londres), pronunció un sinfín de nombres importantes, uno tras otro, que eran recibidos con un respetuoso silencio. Pero cuando llegó a mi nombre, hubo una tormenta de aplausos como no te puedes imaginar. Los aplausos seguían, y no se podía proseguir con la lista. En mi vida me he sentido tan desconcertado, ni me he quedado tan enmudecido, pues me resultó totalmente inesperado. Pensaba que era el más humilde de ese gran grupo de personas con títulos, y resulta que mi nombre fue el único de la lista que provocó ese magnífico halago.

No supe qué hacer, así que me quedé quieto y no hice nada. Más tarde, el nuevo representante de la Corona, con su imponente traje oficial, se levantó, hizo un brindis a mi salud, lo acompañó con el discurso elogioso más largo y más extravagante de la velada, y me invitó a responder al brindis, <<por la literatura>>. Imagínate mi situación, ante tanto público, sin haber preparado ni una sola palabra, pues no me esperaba algo así; no sabía que fuera una persona tan importante. Me puse en pie y dije lo primero que me vino a la cabeza, y tuve bastante éxito, porque yo era el único hombre al que tenían ganas de escuchar hasta el final; y aplaudieron de lo lindo. Ojalá hubiera sabido de antemano lo bien predispuestos que estaban hacia mí; habría preparado un fantástico discurso. Ni siquiera el hecho de que me hubiesen situado en la cabecera de la mesa, entre Sir Antoine Baker y Sir John Bennett, me había preparado para esa ovación. Creo que mi discurso resultó un poco pobre, aunque fue muy bien recibido. Te quiero, mi querida Livy.

SAML”

Carta abierta al señor Grey

Me remito a usted, señor Grey, para expresar mi conmoción  y sorpresa ante su éxito como ‘sex symbol‘ en los últimos tiempos. Frente a usted, un público femenino amplio, extenso pero silencioso. Sospecho que, de media, mujeres de mediana edad -valga la redundancia- con una posición más o menos acomodada, aunque también alguna jovencita o fémina de otros estamentos sociales se han fijado en usted y en sus aventuras bajo las sábanas.

 

Según tengo entendido, usted es un hombre de buena posición, culto, elegante, con un fino sentido del humor (tenga en cuenta que su público no para de hablar de usted, la crítica le deja en una buena posición, mejor de la que ya tenía). Presupongo que su personalidad y su manera de pensar lo alejan de las habladurías, pero al ser usted un personaje tan interesante a nivel público habrá tenido que oír lo que el populacho dice de usted (incluido ahora un servidor). El propósito de mi carta no es otro, además de saludarle y lo dicho en la entrada de la carta, de preguntarle acerca de, precisamente, todas esas mujeres que le siguen como si fueran su sombra. Tan mediocres ellas, según parece, tan tópicas y típicas en muchos casos. Eso puede que le ofenda, usted, señor Grey. Siendo una persona tan consciente de su poderío…

 

Mi señor. Me recuerda usted al buen muchacho Dorian Gray, el famoso hijo de nuestro querido victoriano Oscar Wilde. Quizá sea por la resonancia de su nombre, por su semblante de aristócrata perfumado con la decadencia y la elegancia, por hacer de la mujer un objeto de su placer sin que ella lo note (y lo alabe por ello). Tiene aires de aquél hombrecito rubio al que le hicieron un cuadro al que primero alababa y después repudiaba por ser tan él. Quizá usted sea una burda imitación moderna del arquetipo de seductor sin compasión que, sin embargo, rezuma discreción y buen talante. Ante la atenta mirada de un público femenino que lee sus desventuras en secreto, pasea su ingenio.

 

No es tanto usted, su persona. Su autora y sus lectoras (y presumo que algún lector también) le han creado, con o sin querer, una fama de mojabragas. La crítica le ve como una imitación (un servidor también) y su relato no es más que una pésima historia que cualquiera puede escribir en una semana o dos. Podría haber sido usted, señor Grey, un hombre interesante e importante de verdad en el mundo literario, mas el cómo se relataron sus vivencias y quién las recogió hacen de su persona una figura mediocre y gris, tal y como pronostica uno de sus libros.

 

Sin más que decir, me despido. Reciba un cordial saludo.

Una carta de Gustave Flaubert a George Sand

Gustave Flaubert (Ruan, Francia, 1821- Croisset, Francia, 1880)

En esta entrada mostramos una carta del escritor francés Gustave Flaubert a su compatriota George Sand, con quien tuvo una gran amistad. Ambos cultivaron durante 10 años una intensa e interesante correspondencia. La epístola data del 11 de marzo de 1871, escrita en Dieppe (Francia). Habla sobre el conflico franco-prusiano y la invasión alemana de Francia.

 

 

Querida maestra,

 

¿Cuándo volveremos a vernos? No me parece que París tenga un aire precisamente alegre. ¡Ah, en qué mundo estamos entrando! Paganismo, Cristianismo, Muflismo, he ahí las tres grandes etapas de la humanidad. Es triste encontrarse al principio de la tercera.

 

No quiero contarle todo lo que he sufrido desde el pasado septiembre. ¿Cómo no he reventado aún? ¡Eso es lo que me asombra! Nadie ha estado más desesperado que yo. ¿Por qué? He pasado malos momentos en mi vida, he sufrido grandes pérdidas, he llorado mucho, he guardado para mí unas cuantas angustias. Pues bien, todoso esos dolores, acumulados, no son nada, digo bien, nada en absoluto, en comparación con esto de ahora. ¡Y no me rehago! ¡No me consuelo! No tengo ninguna esperanza.

 

Yo no me creía progresista, ni humanitario, sin embargo. ¡Qué más da, tenía mis ilusiones! ¡Cuánta barbarie! ¡Qué retroceso! ¡Acuso a mis contemporáneos de haberme mostrado los sentimientos de un bruto siglo XII! ¡La hiel me ahoga! Esos oficiales que rompen los cubitos de hielo con guantes blancos, que saben sánscrito y que se arrojan sobre el champán, que te roban el reloj y a continuación te lanzan su tarjeta de visita, esta guerra por el dinero, esos civilizados salvajes me provocan más horror que los Caníbales. ¡Y todo el mundo va a imitarlos, va a ser soldado! Rusia tiene ahora 4 millones, pronto toda Europa llevará uniforme. Si nos tomamos la revancha, será ultra-feroz. ¡Y fíjese en que nadie piensa en otra cosa que en vengarse de Alemania! El gobierno, tal y como está ahora, no podrá mantenerse especulando sobre esta pasión. ¡El asesinato a gran escala va a ser el fin de todos nuestros esfuerzos, el ideal de Francia!

 

Acaricio el siguiente sueño: ¡ir a vivir al sol, en un país tranquilo!

 

Escuchemos las nuevas hipocresías: declamaciones sobre la virtud, diatribas sobre la corrupción, austeridad de costumbres, etc., ¡palabrería total!

 

Tengo actualmente en Croisset metidos a cuarenta prusianos. Cuando mi pobre hogar (al que ahora tengo horror) esté vacío y limpio, volveré allí, después iré sin duda a París, a pesar de su insalubridad.

 

Recuerdos a los suyos, y todo para usted

 

Su viejo trovador

Gve

¡poco alegre!

 

OTRAS ENTRADAS SOBRE FLAUBERT EN EL BLOG

“Una carta”

Portada de “Les veus que parlen al escriure”

Aquesta tarda us porto un dels poemes que surt en el meu llibre titulat “Les veus que parlen al escriure” (Parnass Ediciones, 2011). Els versos parlen sobre els sentiments que sorgeixen a l’escriure una carta a un ésser estimat, en aquest cas a les amistats.

                                 UNA CARTA

                                                      als amics reunits en la distància

De cada paraula escrita

emana un sentiment.

El missatge és un poderós riu

en tinta convertit.

Neix al cor,

i va a morir en la soledat del full.

David Fernández Santano, 2011