El imperio del mal

El “marujeo“. El salseo. El morbo social que es monetizado fácilmente por las grandes cadenas televisivas. El imperio del mal, el que amenaza a la cultura. ¿Qué es lo que nos aporta, aparte de demostrarnos las bajezas del ser humano y ser fruto de innumerables críticas? Nada sino un entretenimiento fácil, absurdo, teatralizado al máximo. Intelectualmente demasiado fácil, tan sencillo y vulgar que hasta ofende. Pero triunfa.

 

Triunfa, ¿por qué? Porque hay unas caras que son el reflejo de los sentimientos más bajos de cada uno. Ver un programa de cotilleo es, poniendo un ejemplo gastronómico, como comer, valga la redundancia, comida rápida. No es saludable, pero siempre se da un mordisco, siempre se le da una ojeada. Elaboración de guión simple y, en teoría, pocos costes (que gracias al share generan muchos beneficios, tantos que es posible pagar cantidades astronómicas a los gilipollas que se sientan en esos programas y se llaman a sí mismos tertulianos, colaboradores, periodistas). Poca calidad intelectual, escaso trasfondo cultural, muchas vísceras verbales. Todos estos programas se nutren de la capacidad del ser humano en recrearse en desgracias ajenas, en frivolidades y banalidades, en discusiones barriobajeras que no llevan a ninguna parte, a ser espectadores de un espectáculo estúpido. Este imperio del mal se extiende a lo largo de una amplia franja horaria que ocupa parte de la mañana y casi toda la tarde. Como las cadenas de comida rápida.

 

Se dice que la televisión es un reflejo de cada sociedad. Que el cotilleo, el salseo, sea una parte importante de la programación da mucho que pensar y decir.

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